Universo
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Profundiza en los elementos que componen universo narrativo de Tejesueños.
Para los Wayúu, existe una autoridad suprema llamada "Maleiwa", quien tiene poder absoluto (es decir, es "Julaulashi") y debe ser respetado y alabado por lo mismo. Sin embargo, creen en la existencia de varios dioses, como pueden ser Juyá, el Dios de la lluvia, o Pulowi, los dioses de la tierra y el mar.
Así como Maleiwa es la autoridad suprema del bien, para los Wayúu hay una dualidad, por lo que es necesario que exista una autoridad suprema del mal, siendo esta Wanülu, que se muestra como la figura encarnada de lo maligno. Este usualmente está relacionado con la tragedia, la enfermedad, y en ocasiones con la muerte.
En las creencias Wayúu, las personas mueren dos veces: En primer lugar, cuando mueren en la tierra convencionalmente y viajan a Jepira, el mundo de los muertos. En segundo lugar, cuando son olvidados por los vivos, y terminan por reencarnar. Es por esto que para los Wayúu es muy importante recordar a sus ancestros, así se aseguran seguir encontrándolos en sus sueños.
Sobre los sueños, son de extremada relevancia para los Wayúu. Estos son la manera en la que los ancestros se comunican con los vivos. Allí, les advierten del mal, se alegran por el bien, y, en general, conviven como si siguieran en Pülasü, el mundo de los vivos.
Hay algunas personas con una conexión especial con los sueños. Estas personas tienen visiones constantes de lo que están por ocurrir, y se comunican constantemente con los ancestros. Estas personas se consideran bendecidas por la oportunidad que tienen de reunirse con sus muertos, pero también tienen la gran responsabilidad de cuidar a los vivos en sus sueños.
Otro elemento sagrado para los Wayúu son los tejidos. Estos tienen gran significado para ellos, cambiando este según sus patrones y sus colores. En general, aquellos que conocen el arte del tejido son seres de gran conexión con las divinidades.
En sus creencias, está que la deidad Wale’kerü, una araña, le enseñó hace muchos años a las mujeres Wayúu el arte del tejido, quienes lo recibieron como un don que debían cuidar, preservar y transmitir de generación en generación. Los tejidos son, además, una forma de recordar a los ancestros.
Finalmente, es importante comprender que los Wayúu son una población matriarcal, lo que quiere decir que el poder de gobernar recae en las mujeres, quienes son vistas como los seres superiores. Si bien las mujeres se dedican al hogar, recoger frutos y tejer y los hombres a cazar, estos roles no "invalidan" a la mujer como sí suelen hacerlo en muchas culturas occidentales.
Para los Wayúu, el paso de una niña a la fertilidad (a convertirse en mujer) es un hito sagrado que debe ser cuidado y acompañado por las mujeres más sabias de la familia, generalmente las abuelas.
El universo narrativo de Shaina busca retomar al máximo las creencias Wayúu, centrándose así en la existencia del mundo onírico al que van aquellos que tienen una gran conexión con las deidades. Es allí donde se desarrollan las 2 historias principales: Shaina y Aliya. En este mundo onírico, los vivos se reviven con sus ancestros fallecidos, y pueden interactuar y proteger el mundo normal de las amenazas que suponen las pesadillas, generadas por Wanülu.
Si bien el mundo onírico existe sin la necesidad de la presencia de los vivos, este se encuentra en un estado de letargo, pues debe ser alimentado por la energía onírica que los vivos traen al mismo. Es por esto que en "Shaina", para que los ancestros puedan luchar contra Wanülu, deben utilizar la energía onírica que Shaina les brinda, pues de otra forma no podrían lograrlo.
El aspecto de los muertos cambia en el mundo onírico. Además de mostrarse como figuras jóvenes, sus cabellos y sus ojos toman colores como si hubieran sido tejidos, esto ya que se encuentran en su estado más puro, donde se acercan más a su creación original. Maleiwa, en conjunto con Wale’kerü, fueron quienes tejieron a cada uno de los seres humanos, y es por esto que en ellos residen sus fortalezas y limitaciones.
Es de esta manera que pueden otorgar dones relacionados al tejido, como fue el caso de Shaina, quien recibió el don del tejido que le permitía crear y curar. Al recibirlo, sus cabellos dentro del mundo onírico cambiaron a estos colores llamativos, a pesar de no estar muerta, puesto que se acercó a su estado más puro.
Es este también uno de los motivos por los que la habilidad para tejer es reconocida por los vivos como algo digno de respetar, pues acerca a los vivos a los dioses, quienes ponen su mirada en ellos y pueden ser escogidos para tener acercamientos al mundo onírico cuando duermen.
En el universo de Tejesueños, el espacio y el tiempo no son estancias separadas, sino hilos de un mismo tejido que Maleiwa entrelazó en el origen de todas las cosas. Cada hilo de este gran telar representa un destino y una historia. Su entrecruzamiento moldea los mundos que habitan los Wayúu, creando un ciclo donde la vida, la muerte y los sueños conviven en un mismo espacio.
Jepira, el Reino de los Muertos, es el lugar donde los ancestros residen tras su primera muerte. Aquí, el tiempo no fluye de manera lineal, sino que es un recuerdo constante de las memorias que los vivos guardan de sus muertos. No hay un olvido inmediato, sino una segunda muerte que ocurre cuando sus nombres ya no son recordados, por lo que sus historias dejan de ser tejidas en los telares de sus descendientes. La existencia en Jepira depende del recuerdo que une el pasado con el presente. Este mundo no es un final, sino un estado intermedio donde la memoria define la permanencia.
En contraste, Pülasü, el Mundo de los Vivos, sigue una lógica cercana a la del tiempo lineal. Este mundo es La Guajira, Colombia, una tierra de desiertos y mares. Es el hogar de los Wayúu, quienes han habitado este territorio desde tiempos antiguos. Aquí, el sol mantiene la tierra árida, pero el agua es sagrada y los tejidos brillan. El territorio no es solo un espacio físico, sino una extensión de la historia y la identidad del pueblo. Cada sendero en la arena es una memoria de los pasos de los ancestros, un refugio donde los hilos del pasado y el presente se entrelazan.
Desde el nacimiento hasta la muerte, los Wayúu atraviesan los cambios de la vida en un camino que parece avanzar sin retorno. Pero la historia de su pueblo, reflejada en la línea del tiempo, muestra que este flujo no es siempre estable. En sus primeras épocas, cuando Mma era joven, el mundo era puro y Maleiwa tejió a los humanos con hilos sagrados. Con el paso de los siglos, el equilibrio se rompió con la llegada de Wanülu, la encarnación del mal, y la guerra alteró la conexión entre los vivos y sus ancestros. El caos no solo trajo sufrimiento, sino que debilitó la energía onírica que mantenía vivos los lazos entre los mundos.
Entre Jepira y Pülasü, existe un tercer espacio: el Mundo Onírico, donde los tiempos convergen. Este lugar no se rige por las mismas leyes del día y la noche, sino que se nutre de la energía de los soñadores. Mientras los vivos recuerden, sus sueños seguirán conectados a sus ancestros, y este mundo se mantendrá despierto. Pero si el vínculo se debilita, el Mundo Onírico cae en un letargo peligroso, volviéndose vulnerable a la corrupción de las pesadillas. Aquí, los ancestros no son sombras del pasado, sino seres rejuvenecidos por la pureza de su existencia. Sus cabellos y sus ojos brillan con colores tejidos, pues en este mundo se encuentran más cerca de su esencia original, de aquel momento en que fueron hilados por Maleiwa y Wale’kerü.
En este universo, el tiempo no es una línea recta ni un simple ciclo repetitivo. Es un hilo que se enreda y se desenreda, que se fortalece con el recuerdo y se deshilacha con el olvido. Los Wayúu han comprendido esto desde tiempos antiguos, por ello valoran el tejido como la forma más sagrada de preservar la vida. Cada diseño es un relato y una decisión sobre el destino. Los que dominan este arte no solo crean, sino que también restauran los vínculos rotos entre los mundos.
Así es como las grandes matriarcas y los suyos entienden su papel en la historia. Su don para tejer no es solo una habilidad manual, sino una manifestación de su conexión con los dioses. Ellos puede reforzar los lazos del Mundo Onírico, ayudar a los ancestros a luchar contra Wanülu y mantener el equilibrio entre el sueño y la vigilia. Su existencia es la prueba de que los hilos del tiempo no están fijos, que pueden ser reparados, reescritos, entrelazados de nuevas maneras.
En Tejesueños, el espacio y el tiempo no son más que un telar en constante movimiento. La memoria es su fuente de poder, la energía onírica su hilo, y los sueños de los Wayúu la fuerza que mantiene viva la historia.
El universo narrativo de "Tejesueños" se desarrolla paralelo a la realidad, y está fuertemente inspirado en la cultura Wayúu. Por ende, para entender el mundo de Shaina, es importante comprender esta cultura indígena. Sin embargo, los juegos se encargan de guiar al jugador y presentarle las creencias Wayúu de manera orgánica y natural.
Para los Wayúu, existe una autoridad suprema llamada "Maleiwa", quien tiene poder absoluto (es decir, es "Julaulashi") y debe ser respetado y alabado por lo mismo. Sin embargo, creen en la existencia de varios dioses, como pueden ser Juyá, el Dios de la lluvia, o Pulowi, los dioses de la tierra y el mar.
Así como Maleiwa es la autoridad suprema del bien, para los Wayúu hay una dualidad, por lo que es necesario que exista una autoridad suprema del mal, siendo esta Wanülu, que se muestra como la figura encarnada de lo maligno. Este usualmente está relacionado con la tragedia, la enfermedad, y en ocasiones con la muerte.
En las creencias Wayúu, las personas mueren dos veces: En primer lugar, cuando mueren en la tierra convencionalmente y viajan a Jepira, el mundo de los muertos. En segundo lugar, cuando son olvidados por los vivos, y terminan por reencarnar. Es por esto que para los Wayúu es muy importante recordar a sus ancestros, así se aseguran seguir encontrándolos en sus sueños.
Sobre los sueños, son de extremada relevancia para los Wayúu. Estos son la manera en la que los ancestros se comunican con los vivos. Allí, les advierten del mal, se alegran por el bien, y, en general, conviven como si siguieran en Pülasü, el mundo de los vivos.
Hay algunas personas con una conexión especial con los sueños. Estas personas tienen visiones constantes de lo que están por ocurrir, y se comunican constantemente con los ancestros. Estas personas se consideran bendecidos por la oportunidad que tienen de reunirse con sus muertos, pero también tienen la gran responsabilidad de cuidar a los vivos en sus sueños.
Otro elemento sagrado para los Wayúu son los tejidos. Estos tienen gran significado para ellos, cambiando este según sus patrones y sus colores. En general, aquellos que conocen el arte del tejido son seres de gran conexión con las divinidades. En sus creencias, está que la deidad Wale’kerü, una araña, le enseñó hace muchos años a las mujeres Wayúu el arte del tejido, quienes lo recibieron como un don que debían cuidar, preservar y transmitir de generación en generación. Los tejidos son, además, una forma de recordar a los ancestros.
Finalmente, es importante comprender que los Wayúu son una población matriarcal, lo que quiere decir que el poder de gobernar recae en las mujeres, quienes son vistas como los seres superiores. Si bien las mujeres se dedican al hogar, recoger frutos y tejer y los hombres a cazar, estos roles no "invalidan" a la mujer como sí suelen hacerlo en muchas culturas occidentales. Para los Wayúu, el paso de una niña a la fertilidad (a convertirse en mujer) es un hito sagrado que debe ser cuidado y acompañado por las mujeres más sabias de la familia, generalmente las abuelas.